Ventana roja

Boedo, viernes por la tarde, noche.
Me junte con un amigo a tomar algo, un amigo que la vida me había presentado en otra situación,
en realidad un amigo de otro amigo, pero que en tiempos de libertinaje, lo ajeno es propio.
Llegue a su departamento, cuando ya había oscurecido, había sido un día muy caluroso,
y las nubes grises anunciaban lo que iba a ser una noche lluviosa.
Después de armar la picada, y de mi segundo jagerboom, le conté sobre mis historias,
historias que habitaban en mi cabeza, historias que vienen como olas, llegan a la orilla de mi lengua, y luego se van…
Esta vez quería dejar de pensar en el amor como historia principal,
quería escribir sobre cosas que raramente pasaban. Y nos dejaban sin habla.
Entre tragos, risas y relámpagos, disfrutábamos de la brisa suave que anticipa el temporal….
Al mirar para arriba, entre las nubes grises,  veo una ventana roja que llamo mi atención,
y que no pude dejar de mirar los siguientes minutos.
Era de unos pisos más arriba, y era la única que estaba prendida y que acaparaba toda mi atención.
Algo me atraía, eran sombras de algo que no estaba quieto.
Algo que parecía agitado…
No estaba tranquila y empecé a sentirme mal, algo me angustiaba,
algo que no sabía que era, sentía que algo iba a pasar.



Cuando de repente, con mi amigo nos miramos, y juntos vimos caer un cuerpo desde esa misma ventana,
directamente a la terraza donde nos encontrábamos sentados, a unos pocos metros.
Empecé a gritar y me fui corriendo, Lean reacciono mejor que yo, se levantó atrás mío,
pero mientras me abrazaba llamaba al 911.
No podía pensar claramente, no me quería ni asomar, solo quería estar en ese abrazo o irme, pero no podía dejarlo solo.
Así que me toco esperar.
La policía no tardó en llegar, me fui del departamento hacia la puerta del edificio,
sin hablar, sin emitir sonido, rodeada de policías, y vecinos.
Al cabo de 15 minutos, que para mí fueron una eternidad, y pensando en lo que había visto,
en lo que habíamos vivido, siento que me tocan la espalda y me sobresalto, era Lean,
rodeado de 2 policías con cara de no entender lo que pasaba.
Habían ido a revisar el departamento de la ventana roja, y no habían encontrado nada,
ni rastros de que allí había estado alguien, el cuerpo tampoco estaba en la terraza.
Parecía una broma, una siniestra broma. Yo no podía creer lo que me decían,
lo había visto con mis propios ojos, esa mujer caer, ante nosotros.
No entendía si estaba consciente de lo que estaba pasando…
y Lean me miraba tan asombrado, sus ojos querían salir de su cara, no entendíamos lo que pasaba.
Nos preguntaron si estábamos alcoholizados, o si nos habíamos drogado,
creyeron que les habíamos tomado el pelo.
Después de todo el despliegue policial,
del llamado de atención creyendo que nosotros habíamos inventado la historia
y del chusmerío de los vecinos, se fueron.
Subimos en silencio por las escaleras, antes de entrar, nos volvimos a abrazar…
no tenía el coraje de dejarlo solo, ni el de que yo me vaya.
Cuando volvimos al dpto., en el sillón sentada estaba la misma mujer que habíamos visto caer,
pero estaba vez no grite.
Nos agarramos de la mano fuerte,
y nos quedamos en silencio, yo cerré los ojos con fuerza, y Lean me volvió a abrazar…   
Estábamos viviendo algo paranormal, algo que no tenía explicación.
Automáticamente ella habló
-no tengan miedo, no voy a hacerles nada malo.
Abrí los ojos, y ya no sentí miedo, no sé porque, o no sé de dónde mi coraje;
pero no me acerque, en realidad ninguno de los dos lo hicimos.
Empezó a murmurar sin mirarnos, miraba al vacío,
se tocaba el pelo, que estaba sucio, llevaba una túnica,

-el siguiente paso, no soluciona los problemas, la verdad ante todo, ir con la verdad,
pero nunca entregarse del todo, no darle todo, viene el vacío, después con el tiempo, uno se vacía,
la vida es eso que esperamos, y mientras esperamos la vida se va, y el no volvió, nunca volvió.

Se calla, nos mira, se ríe, pero de esas risas tiernas, que recuerdan a una persona enamorada y nuevamente dice:
-No mueran por amor.
El perro ladra, se nos acerca corriendo, lo miramos sobresaltados,
y cuando vuelvo la mirada, ella ya no estaba en el sillón.
Nos quedamos con su última frase, con el silencio de la despedida, el recuerdo y lo inexplicable.

Nunca más volví a ver a Lean.

Y nunca volví a hablar del tema.   


De las pocas ventanas encendidas

Comentarios

Entradas populares de este blog

Escribir en tiempos de apariencia.

Una escritora cualquiera

yo suelto